Ábreme la puerta

Allí estaba, con un montón de llaves para poder abrir cualquier puerta. Se sentía libre, con ganas de salir y demostrar a todos lo que valía. Pero en ese rincón, escondida dónde se encuentra, no tiene escapatoria, sus pensamientos la bombardean, las miradas se clavan a cada paso y no consigue salir.

Prueba una puerta,  llama primero para no entrar de sopetón, pero nadie contesta.

– Toc, Toc intenta de nuevo pero no consigue respuestas.

Así que decide no probar una de las llaves que tiene, decide seguir caminado.

Otra puerta entreabierta se encuentra en su camino muy desgastada, parece que ha pasado el tiempo, la mirada durante unos segundos y finalmente decide ni llamar, ni entrar.

Sigue caminando.

– ¿Qué puerta más bonita? – piensa mientras la ve al girar la calle. Es grande y fuerte, esta pintada de azul,  es muy original.

Mira su manojo de llaves para probar suerte a ver si alguna abre la puerta. Al cabo de un rato ninguna de las llaves que tiene le deja paso. Triste, por no tener la llave, sigue caminando y decide probar suerte en otras puertas, un poco menos bonitas,  al final y al cabo son puertas igual.

Pasa un tiempo dentro de una de ella, un tiempo largo con ilusiones, cómoda y segura de lo que está haciendo. Ha conseguido muchos logros, se la admira y la quieren detrás de esa puerta. ¿Pero qué pasaba con la puerta azul? Hay algo en su interior que quiere abrirla pero no encuentra la llave, no sabe cómo hacerlo, no lo ve nada fácil y pasa el tiempo. El tiempo, ese que no te da tregua, que pasa en balde, que te va presionando, que no puedes parar, ni tener su control, ese que te dice si vives o mueres, ese que te marca todas las mañanas.

Todos lo días se va a observar la puerta, tan grande, tan fuerte, tan bonita… ¿cómo podría abrirla? – se pregunta. Sigue llevando más llaves, sigues probando más trucos  para abrirla, es imposible. Nadie pasa, nadie entra, ni sale.

Una mañana soleada, una mañana calurosa de verano, con el sol en lo alto, el calor insoportable, decide hacer algo diferente, algo que nunca haría esa chica al principio escondida en aquel callejón. Se arma de valor, segura de si misma con confianza y llama a la puerta.

Pasado un rato con un calor insoportable sin recibir respuesta, no sabe muy bien si seguir como estaba segura en su puerta o decide levantar la voz. Puede ser que nadie la escuche, puede ser que no haya logrado nada, que sus lágrimas corran por la calle, como río que riega los campos. Ella necesita creer que hay algo en aquella puerta, no sabe sí tendrá el permiso para entrar, necesita entender tantas cosas, necesita saber que se esconde detrás de aquella maravillosa puerta que no sabe por qué la ha llamado tanto la atención.

La gente al pasar la mira, silenciosamente, sin decirla nada, se siente incómoda con las miradas clavadas en su espalda. Preferiría un comentario a tanta tensión.

En ese preciso instante, en el que una gota de sudor cae por su frente y empapa su mejilla rosada por el calor, más aquella presión, decide decir, cansada ya de estar callada.

– ¡ÁBREME LA PUERTA, POR FAVOR! – gritando fuertemente  al viento.

Al rato se oye un crujir de madera lentamente y se deja entrever algo maravilloso.

Ella sonríe y sin mirar hacia ningún lado, empuja con sus manos la puerta y entra.

 

Un abrazo al corazón

Firma Isabel

 

 

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