Qué sentido tiene abrir los ojos por la mañana y no ver el mundo.

Ven te enseñaré un secreto antes de despertar…

La chica, tímidamente, se acercó muy despacio a la ventana por donde entraba la luz de primera hora de la mañana. Ella veía lo de siempre, la misma calle vacía con las luces de las farolas todavía encendidas. Se vistió y bajo para ser la primera en despertar.

Al cabo de un rato, ella se sentía igual de perdida, mirando de un lado a otro de la misma calle que la había visto crecer, que todas las mañanas andaba sin mirar, saludaba a sus vecinos y tomaba café en el bar de la esquina.

El sol empezó a asomarse por la montaña, que se dibuja a lo lejos de la calle, y las aceras empezaron a tomar un brillo especial, los pasos de cebra parecían más blancos de lo habitual y un alma la sonrío al pasar.

La chica se sentó en el banco de madera y tocó su asiento. La calle empezó a tomar vida, el sol era como una naranja fresca colgada de un árbol, el banco olía a madera vieja y se vio, al levantar la vista, reflejada en el escaparte de enfrente. Se levantó y comenzó andar.

La chica se asoma nuevamente a su ventana para ver con nuevos ojos esa calle y estará siempre agradecida a aquel que la ayudó a abrir sus ojos, porque ya nunca los cerrará y nunca jamás olvidará ver el mundo desde su sueño, antes de despertarse.

Un abrazo al corazón

Firma Isabel

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